¡Hola! He escrito un nuevo relatillo y os lo voy a dejar aquí por si queréis leerlo. Es muy corto, porque tenía un límite de 5000 caracteres y lo he clavado justo. ¿Por qué tienen que poner ese tipo de límites tan ajustados en los concursos? ¡Libertad! En fin, dejo ya de quejarme, no os preocupéis. El relato se llama 'Oda a los Libros'. No es un título especialmente original, pero ya os podéis hacer una idea de cual es el mensaje principal del relato. :)
Me despido ya hasta la próxima. (Que será pronto, ya veréis)
Eowyn Everdeen
Enlace a Los Secretos de Eowyn con el relato archivado aquí.
Mi madre subió al autocar sin más equipaje que su bolso. No sabía dónde iba, subió al primero que vio, solo quería huir. Se sentó en un hueco al lado de la ventana y apoyó su cabeza en el cristal. Se llamaba Maty. Detrás quedaba la desolación, ruinas, campos secos y estériles, ciudades quemadas, vidas arrebatadas. No había nada, nada que tuviera vida. Vi cómo cerraba los ojos cansada y los abría después con fuerza renovada. Luego me miró y besó mi frente con ternura. Yo era un bebé de unos meses que observaba con ojos como platos todo lo que ocurría a mi alrededor y apenas lograba mover mis brazos. Buscó su bolso con la mirada y sacó de su interior un libro. Acarició el lomo y pasó sus dedos por la portada. Lo observó detenidamente, abriéndolo y pasando las hojas despacio. Una infinidad de caracteres de todas formas y tamaños estaban impresos en tinta negra cubriendo cada una de las hojas. Los miraba fascinada.
Anocheció y amaneció. Me dormía, me despertaba y lloraba, o me limitaba a ver a mi madre con su libro. Ella también lloraba un poco a veces, pero parpadeaba rápidamente y lo ocultaba. Para mí era imposible saber por qué lloraba Maty, solo sabía que algo no iba bien. No sabía que una guerra asolaba nuestro país, no sabía que teníamos que huir porque habíamos perdido todo, incluido a mi padre. No sabía que su vida en su apacible pueblo se había dado la vuelta de repente. Al fin el vehículo paró, las puertas se abrieron y todos los refugiados amontonados empezaron a bajar. Reinaba un ambiente de confusión, mucha gente preguntando y poca respondiendo. Maty se levantó y avanzó hacia la salida conmigo en brazos y las piernas temblorosas mientras la multitud la empujaba. Intercambió algunas palabras con otra mujer y logró saber que habíamos pasado la frontera durante la noche y que íbamos a un centro de recepción de refugiados. Armándose de valor, Maty me apretó contra su pecho mientras sostenía el libro y siguió a la multitud hacia unas furgonetas. Con esfuerzo subió, el bullicio era inmenso. En el ambiente se palpaba el pánico por quedarse sin sitio, todos querían entrar a toda costa. Cuando el nerviosismo se respira, todo el mundo parece infectado por pensamientos irracionales.
Maty seguía con el corazón en un puño y las lágrimas amenazando con salir, así que sacó su libro para tranquilizarse con su tacto. Enfrente de ella había un hombre de 30 años, con enormes ojeras y maletín negro.
- ¿Te gusta el libro?-Preguntó con voz ronca. Ella le miró sorprendida y respondió:
- No lo sé, la verdad.
- ¿Por qué?
- Casi no sé leer-Respondió avergonzada.
Él la miró en silencio y extendió la mano para coger el libro. Lo ojeó rápidamente mientras la furgoneta pegaba bandazos y dijo:
- Yo podría enseñarte-Ella permaneció sin decir palabra y él añadió-Bueno, perdón, sé que es un poco abrumador, pero me gusta la gente que va con libros por ahí-Maty sonrió, él carraspeó y añadió-Antes de la guerra era bibliotecario, los libros eran mis amigos.
- A mí me encantaría poder leer este libro-Dijo ella temblorosa-Mi pueblo era muy pequeño y casi no había libros.
- Comprendo.
- Este libro era de mi padre, el único que tenía, lo único que conservo de él, en realidad lo único que conservo de mi vida anterior-Continuó con pesar-Bueno, y mi hija Vira.
El hombre sonrió afablemente y continuaron hablando sobre sus historias, que eran muy distintas. Pero como las de muchas personas de aquel país, acabaron confluyendo. Maty venía de un pueblo aislado por las montañas, donde había vivido los 26 años de su vida. Se había casado con apenas 25 y poco después había estallado la guerra. Mi padre no había tardado en irse al frente y nací cuando él estaba allí. Aunque aislado, el pueblo estaba cerca de la frontera del país invasor y nos cortaron el agua y la luz y fuimos evacuados a la capital malamente. Así que Maty lo abandonó todo con la esperanza de saber de mi padre y al llegar supo que había muerto hacía días. Su padre fue evacuado a una ciudad distinta y no sabía nada de él.
Llegamos a nuestro destino, o como dijo el hombre: ‘A nuestra nueva vida’. Pasamos algunos trámites administrativos y fuimos llevados a un albergue. Unas semanas después nos darían un pequeño piso. Maty tuvo momentos mejores y peores, pero en ningún momento olvidó la propuesta que le habían hecho: aprender a leer. Todos y cada uno de los días se encontraron en la biblioteca más cercana. El primer día miraba perpleja las letras, el segundo estuvo a punto de abandonar convencida de que nunca iba a aprender. Pero tras unas semanas, se decidieron a leer las primeras palabras del libro, que entre pausas y tartamudeos, mi madre logró pronunciar: ‘Abre la puerta de la literatura, los libros son una oportunidad, los libros están llenos de la vida que necesitamos. Nunca dejes escapar un libro’. El hombre confesó que en realidad él había escrito aquel libro, y que además de ‘guardián de oportunidades’, era escritor. Hoy, influida por mi actual padrastro, escribo estas líneas sobre el inicio de mi vida y el de la nueva vida de Maty, llena de oportunidades.
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